Eran muchos rostros incrustadados,
y era un olor cenizo y agrietante.
Yo me senté en medio:
Una mujer callosa, labios rotos.
Un hombre, sus esposas y el custodio.
Eran muchos rostros incrustados.
Yo no recuerdo ninguno.
Los miré uno a uno.
Uno a uno.
Pero el olor era cenizo y agrietante.
Y ya no recuerdo ninguno.
Xitlally Rivero Romero
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