I
Te he venido pensando últimamente
más de lo acostumbrado, mi corazón,
mi corazón de angustias, pálido… te extraña.
Debiera decir otras cosas
pero este frío ya me tiene harto,
y no estoy enojado mas bien dolido.
Este frío me lastima a pesar de la cortina de árboles
a mi alrededor y la acariciante pared de montañas
que ha extendido sus alas para ser mi protectora.
A esta altura debiera bastarme
una sonrisa tuya para ser feliz,
recordarte… pero no así.
Te he venido pensando más de lo acostumbrado,
más de lo debido. ¿me ves? Me pregunto sabiendo que no,
al menos no como yo pretendo.
Te sueño temblando de miedo y yo nunca llego
a encontrarte, a salvarte de ese temblor
de las aves cuando están a punto de partir.
La luna llora estrellas y las flores nocturnas
salen de sus cuevas, silenciosas pero bellas,
y yo… yo te he venido pensando más de la cuenta…
II
Quisiera en este mismo instante llamar a tu puerta,
pero la noche (eterna, mortal e inquieta)es delgada
y las heridas siempre son más frágiles por estas sus horas.
Así que mejor te escribo una mañana gruesa y tierna,
gruesa como el tiempo y tierna como la primavera
ó te grabo los sonidos de la lluvia más suave.
Que bonito (y también que miserable)
es tener fe en que no se muera la lumbre.
Ya ves, ayer que tanto me llene la cara de sangre
con esas lágrimas filosas, hoy vuelvo blanco de nieve
a buscar revancha contra tu boca.
Tú mirada, lejos, aún me acecha
como acechan las sombras en el bosque,
como acecha el jaguar en la selva,
como acecha el amor desde el cielo.
Y yo… yo sigo siendo un masoquista
en este trapecio que es conocerte,
amarte es caer nuevamente
en mil y un contradicciones
que hasta el poeta más tonto
nunca querría conocer.
Quisiera en este mismo instante pero un minuto después
suponerte lejos pero cerca de mi, porque tu eres el cielo,
pero no el cielo del formato planetario que en la escuela
enseñan en la clase de astronomía, sino el cielo, el último,
el verdadero, el único cielo, el que se mira sin preguntarse nada,
el que se diluye en las canciones llenas de aurora
que las guitarras de los trovadores mastican en las noches de luna.
Y también pero dos minutos después quisiera creer
Que en el sueño más perturbador tu mirada quieta se mueve
Y en el pozo del silencio me necesita.
III
aunque sea solo un poco, aunque sea solo un poco de algo,
un clon del amanecer, creo necesitarte, ojalá y me equivoque,
ojalá el tiempo maldiga mi corazón de agua y de cobre
mentiroso yo, que nunca te entiendo, que merezco estar lejos,
mientras tanto vivo hoy sin tu latido y por primera vez me espanta estar solo
tal vez nunca me había atrapado la oscuridad tan plena y llena de siseos y tengo miedo
ese miedo irrefutable en el hombre que no despierta
no hay luz ni lámpara y los grillos están ajenos a las quemaduras que abrazan mi alma,
los siseos avanzan, me invitan, hablan pero no los entiendo
son ecos sin forma ó formas sin nombre que roban el aliento
el trauma de no ver luciérnagas se extiende hasta llegar a la playa hasta llegar a tu cuerpo vacío
nuestra historia sin dolor y sin gozo sin amor y sin odio
sin acuarelas de un pintor reconocido
se va mutando en una película de comedia americana
un drama contemporáneo donde me tiembla tu mirada
y no tengo sensatez y empiezo a pelear
por cosas que la ternura jamás entenderá
pero hoy después de la marea ahora que te has ido allá donde el aguacero
y en voz muy bajita me digo que te quiero
IV
Quisiera darte un beso con alma de pirata
tener el hábito de llamarte cada que no te acuerdas de mi
quedarme en la casa toda la noche, olvidarme de mí
no soñar que estoy lejos muy lejos y muerto.
acaso no has de doblar ese beso
y guardarlo hasta que algo mejor se aproxime
acaso mi claridad no te perturba demasiado
como esa tormenta al pescador de tiburones
quisiera guardarte sólo un rincón del mundo
cerrar mis ojos como balas a las otras mujeres
pero la ceguera no me permite ni darme cuenta
que a lo mejor la intención es lo que cuenta
y tu me has amado aunque yo no te vi.
Carlos Treviño Sierra “Alacrángel”