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Protes

June 22, 2012

Capítulo: 1 

Protes llegó a Tijuana hace más de 10 años. Encontró trabajo en fruterías La Pera donde, además de tacos, servían ensaladas, aguas frescas y algunos antojitos. Su sueño era tener una taquería. Con el tiempo y mucho sacrificio lo conseguiría. Él no era un tipo ambicioso. Sólo creía que las cosas tenían que ser de cierto modo y, si realmente lo deseabas y trabajabas para ello, se conseguía cualquier cosa.

Llegó a Tijuana hace más de 10 años. En Tijuana no es necesario un gentilicio predeterminado y él, siendo taquero, moriría siendo paisano.

Capítulo: 2 

O “güero”. Porque depende.

En Tijuana todo depende.

Capítulo: 3 

A Protes le tomaría algunos meses descubrir el nombre de Julia. Mas sólo unos segundos saber que ella era el amor de su vida.

Capítulo: 4 

Julia siempre pedía dos tacos de adobaba. Con todo menos con chile.

La primera vez que Protes escuchó aquella extraña solicitud le tomó a varios segundos comprenderla. ¿Cómo le pongo todo pa’ luego quitarle el chile? Pensó.

Pero no lo pensó, lo dijo en voz alta. La risa burlona de Julia y Celeste fueron la señal divina que él buscaba hace tiempo.

Aquí tiene, señorita. Con todo, menos con chile.

Ella tomó los tacos. Los devoró.

Capítulo: 5 

Martes. Se levantó muy temprano. Contento. Durmió mal aquella noche y sin embargo no tenía sueño sino ansia. Era el día en que ella pasaba por la taquería. A las siete. Los pedía con todo menos con chile. Platicaba un ratito con Celeste. Sonreía. Era de las pocas chicas que gustaba comer de pie. Sostenía el taco a tres dedos, con el meñique apuntando al frente, recto, sin rozar tortilla. Entre bocado y bocado la dulzura de su voz resumía los acontecimiento del día. Él escuchaba fingiendo no hacerlo. A esa hora la taquería estaba en su apogeo,  sin embargo un buen taquero siempre está al tanto de todos sus clientes.

Era martes de Julia. Protes se levantó temprano, ansioso. Un relámpago iluminó la oscura habitación seguida de un trueno. Diluviaba.

Nadie va a los tacos en días tenebrosos.

Capítulo: 6 

¿Protes? – Dudosa.

Sí.

¿Es nombre o apellido? – Dudosa.

No pues… así me llamo.

¿Protes? – Risa callada.

Desde chiquito.

Protes. – Miradita a Celeste. Risita burlona. Pestañas que suben. Pestañas que bajan.

¿Protes?

Ya ve, ¿y usted cómo se llama? – Nervioso, muy nervioso.

¿Yo?

Sí, Usted. – Tomando confianza.

Miradita a Celeste.

Usted ya sabe mi nombre, es justo que yo sepa el suyo. – Inquieto.

Porque lo tiene allí escrito. – Señala el gafete.

¿Le sirvo otro taquito?

¿Ya se enojó? – Sonriente.

Me llamo Julia. Apúntelo por ahí.

No se apure, señorita. Jamás lo olvidaré.

 

Capítulo: 7 

Dime chulito, ¿a dónde vas tan peinadito?

¿A ver a tu novia? Si. No. Bueno… ¿Si, no, bueno? ¿Vas o no vas, chulito? Sí, si voy. ¿A dónde? A verla. Ah, mira. Platícame más. Usted sólo quiere entretenerme, para que se me haga tarde. Qué acusaciones, Protecito. ¿Me crees capaz? Pues eso es lo que está haciendo ahora, con tanta pregunta sorda. Ah. Ahora resulta que te quito el tiempo. Deben valer más tus minutos que los míos, Protes. ¿Eso me estás diciendo? ¿Que tu tiempo es más importante que el mío? No, ¿cómo cree? No que valga más pero… ¿Pero? Pero es diferente. ¿Diferente cómo? ¿Ya ves cómo me pregunta cosas? Ya me voy.

A dónde, Chulito, ¿a dónde vas tan peinadito?

Capítulo: 8 

Salgo de casa. Cruzo el patio. Abro la reja. Camino. Brinco un charco. Un perro me persigue. Corro. Huyo. Ya no lo veo. Otra cuadra. Llego al Bulevar Díaz Ordaz. Espero el semáforo. Cambio de acera. Me detengo en la parada. Subo al primer taxi rojo que se para. Atrás, porque es más cómodo. La camioneta se detiene cada cierto número de cuadras, aunque nadie se lo pida. El chofer acciona el claxon cada que se le antoja y cada peatón es un cliente potencial. Sube una mujer. Baja un chamaco. El taxi avanza. En la radio suena la equis é bé jé quince cincuenta. Escucho la radio tribuna sin ponerle atención. En mi cabeza sólo se pasea el rostro de Julia, esperándome en el Centro. Frente a la tienda Dax, me dijo. Y la brisa se cuela por la ventana y me refresca. Veo con pena mis zapatos, empolvados. La carrerita gracias al perro -pienso- y busco con qué limpiarlos. Quiero ser como esos dandis que siempre cargan un pañuelito blanco en la solapa o en el bolsillo. ¿En la solapa? Allí no cabe un pañuelo. Debe ser en algún bolsillo donde cargan ese pedacito blanco de papel. Hoy me serviría algo así para sacudir el polvo mis zapatos.

Capítulo: 9 

El taxi gira a la derecha sobre la calle Negrete. Paso frente al Correo y recuerdo cuando llegué a Tijuana, ansioso de escribir de vuelta a casa. Me voy en esa carta que jamás envié y el taxista nos avisa que “ya llegamos”. Cubro el pasaje. No camino mucho para llegar con don Jesús, allí frente a la farmacia de la calle Quinta. Yo sí recuerdo su nombre. Subo a la silla y lo dejo trabajar. ¿Algo para leer? No, gracias. Ah, ¿quiere ver falditas? Le sonrío. Él termina. Le pago y me apresuro hacia la Dax. Contra esquina la veo. Es ella. Mi corazón se detiene medio segundo cuando descubro su silueta entre la gente. El semáforo cambia al tipo verde caminando y hago lo propio. A cada paso repaso su porte, sus zapatos. Sus piernas, el suéter. El cabello agarrado. La pulsera brillosa en su muñeca izquierda. Pienso qué le diré. Cómo la saludaré. Qué pensará ella ahora. ¿Me vio ya? Si, me hace una seña con la mano y con la otra… con la otra lleva a alguien tomado del brazo. ¿Quién es este tipo?

Protes, qué bueno que llegaste. Muero de hambre. ¿Te molesta si viene mi novio con nosotros?

Marvin Durán