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Al ritmo del megaterio

June 22, 2012

Verás, maestro, en estos momentos es bien difícil conseguir entradas para conciertos decentes, y tú sabes, la cosa está bien sarra por la falta de los mismos, y luego bien pinches careros ¿cómo iba a rechazar la invitación de Megaterio si la verdad tocan bien chingón? Ya sabes, te avisan por el muro, y luego invitan a uno y otro y así se va corriendo el rumor. Entonces lo que pasó fue esto:

Me invitaron y acepté ¿a poco crees que me iba a negar? Si los rasgueos de guitarra son tan tentadores, como cuchillos cruzando la piel, tu sabes, metiéndose en tu alma, e inevitablemente cuando te desangras, metafóricamente hablando, pues te dejas ir a través de la piel, de poros que se abren con el calor que la música provoca. Y claro, hay un chingo de pendejos que dicen que esto no es música, que es ruido, y por eso corren bien asustados, pero… ¡no mames! en su cerrazón doble moralista y religiosa creen que uno hace cosas horribles, cuando los que hacen cosas horribles son ellos. Y quizá no esté metido en nada, pero conozco lo que hacen, me ves a mí con esta mata crecida, con esta camiseta y estos pantalones negros, y con estas muñequeras de cuero, que de igual forma tienen mucho metal, como mi propia personalidad.

La cosa estuvo así, llegué al concierto, y pues ya sabes, me entrené durante la semana para que el cuello se acostumbrara pues iba a agitar mucho la cabeza. Y esta vez quería gozar tranquilo, si acaso con un six de pistos, encima, lo normal. Y eso que había llegado tarde.

Entonces ahí me ves, nos ves, el grupo en un lugar cerrado, porque la misma ciudad se cerró para todos, apegándose a un horario donde si no se sale temprano es muerte segura ¿sabes que en mi buena época las tocadas duraban hasta las cuatro de la mañana? y todavía podías seguir pisteando tranqui, pero ni madres, eso ya pasó. Así la música, como te iba diciendo, se metía a mi cuerpo, erizaba mis vellos como pinchos, mis músculos comenzaron a vibrar, y mi cabeza, que ya estaba lista para moverse, se sacudió sin que siquiera me lo propusiera. Así comencé a jedbanguear bien sabroso, de esas que ni cuenta te das de ti mismo, entre parpadeos fugaces veía este cabello tan largo sacudiéndose en el aire, entre las luces de neón, parpadeantes y estridentes, así como entre las sombras de aquel baresucho donde habíamos varios de mi calaña. Y claro, también chavitos y las guapetonas con sus corsés. Pero yo seguí concentrado en mis sacudidas, y en mi cabello al ritmo del Megaterio. Así anduve un buen rato, lo juro. Y noté esto bien raro, que me sacudía sin tener control de mí mismo, pero no maaaaaames… creo que no me había puesto tan loco desde el último pase que me había echado en casa de uno de mis compas, y ni ellos se dieron cuenta. Y no sé cómo pero vi, igual, entre pestañeos, que el cabello agarraba vida propia, y se extendía hasta pedir su espacio entre todos. Y ya dominado por la música comencé a gritar sus canciones, y aunque nunca me molesté en aprender la letra, bien que las carraspeaba. “Iog Zotot”, “Miserenobis”, “Katulju” y no sé cuanta mamada más grité, pero eso pasó en automático, y no soy pendejo, sé que es lo que significan esas madres, o por lo menos me las platicaron en forma de cotorreo, pero no puedo explicar que pasó que el cabello se convirtió en unos tentáculos, así, bien chingones, y se extendían a través de mí.

Seguí sacudiendo la cabeza y vi los cuerpos que levantaba mi recién transformado cabello, mi personalidad, mi identidad. Todos los cuerpos fueron aplastados, destripados, mi cabeza no paraba de sacudirse, ni yo tampoco, estaba tan entrado, un éxtasis, como cuando te coges a una vieja bien sabrosa y encima tienes anfetas de las buenas, y creo que esto superaba a todo lo demás. Entonces no sé si diez o veinte cuerpos fueron agarrados y aventados. No sé en qué requinto o remate paré, pero cuando terminé a mi alrededor había un charco de sangre, y mis converse estaban encima de un charco de sangre, que digo un charco ¡una laguna! Y sí, fue bien chingona la cosa, pero no el hecho de que los de Megaterio se me quedaron viendo bien sacados de onda porque les había matado a la audiencia. Chinga’o ¿sabes cuanta responsabilidad es eso? Y ni modo, tuvieron que llamar a los del staff para que limpiaran todo el desmadre que mi cabello había causado

Entonces, sin intención, estás en el lugar equivocado en el momento equivocado. Y algo así fue lo que me pasó, en los noticiarios dijeron que se había presentado un derramamiento de sangre porque el local no estaba acondicionado y no sé qué más. Y cómo ya dije que la doble moralidad está bien presente, pues ni modo de decirles la verdad, que el final de los tiempos está bien cerca y se presenta en donde las expresiones musicales más brutales se dan a conocer.

¿Y quién me invitó? Sepa, estos güeyes tan chisueados de Megaterio etiquetaron a muchos y por ahí quedé. Estos saben el poder que tienen, quizá recluten a más banda para la destrucción, pero de momento yo paso, no deja de dolerme el cuello y quisiera dejarlo descansar unos años, si es que llegan a pasar ¿tienes alguna chela por ahí? Contar todo esto me pone todo erizo y necesito entrarle a la galliza para calmarme.

Laura Elena Sosa

Mi cabeza

June 22, 2012

Los pensamientos están en una caja, pensamientos de carne que nada entre ojos cerrados y pensamientos negros como mi cabello, que ruedan entre hielos. Sé que en la negritud de estos pensamientos lo tengo presente, el pasado se hizo fuerte y ahora me persigue, muy adentro en mi cerebro, lo supe desde siempre.

Las paredes grisáceas de pálidos azules detrás de mí son testigo de este acuartelamiento, comienzan con un relámpago de preguntas, una ráfaga de exigencias y confesiones, referencias y nombres. Se las doy en medida de lo posible, porque siento adentro de mí las heridas que me causaron dos tarántulas gigantes, las que me atacaron con sus hocicos hambrientos, llenos de dientes blancos y ponzoñosos, mirándome con varios ojos juzgadores mientras el guardián rubio me miraba indiferente, en la neblina de los sueños. Encerrada estoy, en los marcos de píxeles dubitativos, en las últimas letras, hablando con mirada y ojos oscuros, esperando esta sentencia.

Nunca te lo dije, pero siempre pensé que esto se podía ocultar siempre, hay cosas que así parecieran ocultarse… no, no me veas raro ¿sabes qué esas miradas de extrañeza son las que me hacen que me calle? El caballito de mar negro nadó cerca de la puerta con marco blanco, me miraba enojado cuando tomaba estas decisiones, y luego desaparecía, hacía esto por calentar la plaza. Te lo he dicho muchas veces, que hago cosas, que también me las creo, las plasmo y garabateo en cuadernos baratos, tomo listas y datos de otros porque nos reportan lo que hay en la calle, para limpiar la ciudad.

¿Ves eso que cuelga debajo de mí? Un poco de lenguas calladas, todas escupiendo verdad o banalidades ¿Sabes que puedo afirmar que la herida habla y se aparta de ti en los momentos en que mi saliva y mi lengua se tocan?

Supongo que has de saber que por eso hago esas cosas tan raras, pero… ¿Qué estoy diciendo? Lo he visto antes en otras personas, sé su perorata “hablas sola” y entonces estoy apartada.  ¿Recuerdas ese momento? ¿Me rompí yo o se rompió el cordón?  El comandante Cincuenta lo advirtió, dijo que volaría, que me llevarían lejos a donde no hubiera salida, los límites… entonces fue que decidí ordenar, no quedaba otra opción, pues desaparecían o se deshacían en coordenadas inexactas, eran atrapados.

La que tuvo un nombre, llamada Veiraeikom, la imagen verdadera, o la Verónica en un remoto pasado,  la humana atrapada en el vídeo que surgió del anonimato, la que se encuentra esperando el destino que ya conoce.

Pensamientos de un cuchillo que rasga piel, pensamientos de un rayo que destaja el hueso, el espacio se aprieta y se conmueve el resto. Desvío el tiempo y sé que mi mirada se torna fría, helada, ausente,  procuro cerrar los ojos para dormir y vaciarme de todo. En estas paredes de caja blanca te miro, debajo está el suelo de hielos, en rojos y blancos convive mi cabeza, mi cuerpo está en otro lado, no sé dónde, ellos preguntaron y no supe donde, pero todos sabrán de la cabeza, esa que quedó desangrada en la caja para hielo, la de mirada descansada, cabellos negros, alborotados.

Laura Elena Sosa