Hipopódromo: donde hacen carreras de hipopótamos.
El encanto de las carreras de hipopótamos es que son la anticarrera: los animales no siempre corren en línea recta, o lo hacen pero se detienen imprevistamente por los más disímiles motivos: admirar o comer una florecilla que crece bajo la valla de contención, tomar un poco de sol en la panza. No funcionan las imprecaciones desde el público de los que ven en juego su dinero. También puede ocurrir que se sientan momentáneamente perplejos y se detengan a mirar hacia las gradas o a los otros competidores, estado del cual es acentuadamente difícil arrancarlos.
Enfermedad llamada “síndrome de las carreras”: algunos empleados de hipopódromo desarrollan una obsesión por descubrir el punto exacto en que va a brotar una florecilla de la tierra antes de que brote. Se reportan casos de disparos contra los corredores por exasperación del espectador. Asimismo muertes por esta causa. Algunos de los hipopótamos más cumplidores llegan a desplegar una velocidad constante que los asemeja a gorditos congestionados yendo a cumplir alguna diligencia. No está comprobada la utilidad de colocar puestos de zumo de frutas gratis en determinados puntos del trayecto que deben cumplir los corredores. Lo mismo se demoran demasiado en estos que no les hacen caso. Si un espectador demuestra haber estado bajo los efectos de la exasperación en el momento de dispararle a un hipopótamo, lo más probable es que salga absuelto, independientemente de las consecuencias de su acción. En Italia se ha extendido el uso de la expresión “insulto de hipopódromo” para tratar de quitarle peso a la violencia verbal desplegada por un tercero, asumiendo que este se encontraba extremadamente tenso y por lo tanto no debe ser tomado al pie de la letra. Se han registrado casos en que los corredores se han juntado a la mitad del trayecto y han emprendido todos juntos la carrera en la dirección inversa. Humanos han tratado de acceder al zumo de frutas por vías deshonestas con la excusa de que de todas maneras los hipopótamos no se lo toman. En las gradas, los espectadores de ascendencia equina lagrimean con dignidad no exenta de desprecio y se secan los ojos con ademanes teatrales y pañuelos de lino destinados a llamar la atención. Pese a todo, las carreras de hipopótamo han visto multiplicarse vertiginosamente su popularidad, sobre todo en los países desarrollados. Anualmente se gastan millones de dólares en el cuidado, alimentación y transporte de los animales. Uno de los más connotados campeones en los últimos años, La Rosada, ha declarado: “Lo que de verdad me arrebata de las carreras es que nunca puedes tener idea de lo qué te va a pasar por la cabeza cuando estás ahí en la pista delante de toda esa gente. Pero siempre son sentimientos grandiosos”.
Ihoeldis M. Rodríguez