Forastero la vida
huésped en el palacio de Erasmo el Malo.
El reino —por supuesto— ignora mi visita
Aliados, poderosos en sueños, llaman a la mesa:
carne en abundancia y agua de la llave.
Después, el reino me regala a sus putas
con su mirada de papel celofán y sus copetes de árbol
que se equivoca de estación.
“Dónde están las doncellas”, pregunto
con el derecho a replica
que tiene el que vive historias
para que otros las canten.
“Cruzaron la frontera sin volver la mirada,
son diestras en baile de mesa.
Las que se quedan
cazan turistas, comen prójimo;
son capaces de cogerse a un poste de luz.
Después de la sequía, el reino es manantial
de antiguas glorias.
Tal es la relación en suelo
del que todos se marchan.
Margarito Cuéllar