Archive for the ‘Víctor Manuel González Treviño’ Category

Rumor lejano

June 22, 2012

-Escuchaste, viejo?-

-Qué mujer, ya deja dormir.

-No en serio, desde hace ratito escucho voces a lo lejos-

-Pues yo no oigo nada, te tomates la medicina-

Si, viejito, mucho antes de que tú llegaras, después de que la comadre estuvo aquí.

-De seguro está soñando despierta, mujer-

No, pos si nomás cené un atolito y un tamal que traiba la comadre.

-Y eso que?

-Que no has escuchado que cuándo uno come pesado, tiene pesadillas, y pos yo cené ligerito-

-La pesada eres tú mujer, que no dejas dormir.

-Pos, ansina estaba yo con el ojo pelón esperando que llegarás.

-Oites!!! Ahora son pasos, hay viejo párate a ver que es…ay,ay,ay.

-Ya mujer no es nadie, mira que el chucho no ha ladrado-

-Hijole, es cierto, pero a lo mejor lo amansaron con un filete, ya ves que así operan los cacos, y pos nosotros de donde le damos ese manjar, puritito frijol con arroz come el perro.

-Pos de perdido tiene que tragar y si no se va husmear por ahí. – Jodido uno mujer, que se tiene que aguantar con puro café cuando no hay centavos.

-Ya te dije que me dejes trabajar, mira que la comadrita ganan sus buenos centavitos con eso del Avon.

-No instas con eso mujer, ya te dije que no, la comadre ganará sus centavos, pero trai al compadre todo mal planchado y mal alimentado por andar en esos argüendes.

-Ándale, viejo que te cuesta.

-Que no, caranchos, y ya duérmete que la nochi está cerrada.

Petra intentó cerrar los ojos para dormir. A lo lejos escucho un murmullo que sentía crecer en sus oídos. La gotera del retrete invadía la habitación haciendo más difícil conciliar el sueño. Observó su cuarto, que por alguna extraña razón, lo encontró más reducido entre las penumbras

Viejo, viejo, viejo!!!

-Ora qué mujer-

No escuchas?, son voces, aquí afuera, están golpeando, quieren entrar!

-Cálmate, voy a ver, a lo mejor es el compadre que se le olvido algo.

Nicolás se paró aun tambaleante por el alcohol que bebió junto a su compadre en la cantina. Muy apenas podía ver por la oscuridad mezclada con el humo del bracero que dejó encendido. Ahora si escuchó un rumor lejano que no entendía.

-Quién anda ahí.

-Sea quien sea, déjenos dormir, traigo mi machete.

Cómo respuesta la puerta se abrió furiosa, estallando en trozos de madera y una intensa luz amarilla cubrió su rostro que lo hizo caer a lado de su mujer.

Los intrusos rodearon ambos cuerpos, uno de ellos, habló por un radio de banda corta.

-Adelante, jefe, ya encontramos los cadáveres, son dos ancianos que aspiraron monóxido de carbono, cambio y fuera.

-Entendido, proceda a llevarlos a la morgue, cambio y fuera.

-Viejo. Viejo, cómo que ya se vino el frío, prende un leño.

-Ay, mujer nunca dejates dormir.

Víctor Manuel González Treviño

Las argollas

June 22, 2012

Estaban ahí. En un estuche de terciopelo negro que hacía contraste con el dorado de sus  circunferencias. Eran las argollas perfectas para sellar el compromiso con Estela. Preguntó por el precio y después de un regateo salió con los anillos dispuesto a presumirle a su amada la adquisición.

Ambos decidieron no utilizar los anillos de herencia que dio la madre de Alberto. No por desairar a su madre  sino para romper un poco la tradición de heredar las prendas familiares.

Llegó a casa cuando la cena estaba servida. Un beso. Un hola, ¿cómo te fue? Platos, asado con papas, vegetales y una botella de vino tinto que al final de la cena, media botella estaba consumida.

Al ver las argollas, Estela gritó de la emoción ¡Las encontraste! ¿Dónde?

Alberto explicó con detalles el regateo en la casa de empeño. ¡Al final, cuando el dependiente se enteró de que eran los anillos que soñábamos, casi me los regala!

-Que bueno, pero, ven vamos a dormir que ya es tarde.

Alberto se dejo conducir por Estela hacía la recámara y sin destender las sábanas hicieron el amor.

Después, Estela seguía observando los anillos y fue cuando se percató de la fecha.

¡Alberto! Despierta, tiene una grabación.

Ocho-Noviembre- 1998 Gustavo y Elisa “Por siempre nuestro amor”  leyó Alberto la frase incrustada en el interior del cuerpo de uno de los anillos.

¿Se los habrán robado?- cuestionó Estela.

No lo creo, me enseñaron la factura, tal vez se divorciaron y decidieron empeñarlos- respondió Alberto.

Estela y Alberto se sumieron en un profundo silencio, cómo si dieran un tributo a la muerte de ese amor que se prometió para siempre. Estela se instaló en el papel de la Elisa imaginaria-“Tal vez, él la engaño con una tipa fácil del trabajo, o lo peor, salió todo un patán que la golpeaba, o un desobligado que tenía todo tirado y ella como criada, si eso sucedió, me alegró por ella”.

-Rayos, y si el tal Gustavo se hartó de que la mujer no cocinará y que lo mandara medio planchado al trabajo.

Eso se imaginaba Alberto que habría pasado en el fallido amor perpetuado en esos anillos.

– O, lo peor que puede pasar a un hombre, que la mujer lo engañe con otro, si es así se  merece que la dejen y me alegro por él que se libró de esa mujer.

No supieron a que hora se quedaron dormidos cada quién en su pensamiento. Al siguiente día se levantaron y caminaron juntos hacía la casa de empeño para regresar las argollas. Hecha la transacción, salieron del establecimiento y caminaron en silencio al Metro. Estela rompió el hielo- Sabes, creo que pasaré un tiempo con mi madre, ¿Cómo ves?

-Creo que es lo mejor por ahora, sale, yo iré a ese congreso que estuve aplazando. Alberto tomó las manos de Estela y  depósito un beso suavemente, mientras que la fragancia de la mujer se alojaba en sus labios partidos por el aire frío de la mañana.

En la casa de empeño, los anillos volvieron a su lugar. –Señor, volvieron a regresar las argollas de ese matrimonio que se mató en un accidente.

¡Diablos! – Fúndelos inmediatamente- Gritó el gerente. Es la décima devolución en una semana de seguir así me voy a la ruina.

Víctor González Treviño

Las zapatillas

June 22, 2012

Andalucía se puso muy contenta al ver las zapatillas de tacón dorado que sobresalían entre el mugrerío que desbordaba del bote de basura. En el callejón no había nadie más. Sin embargo atisbó hacia a todos lados para asegurarse  de miradas indiscretas al momento de agarrarlas. Al llegar  a su casa se las calzó.

Perfectas para su pie.

 El brillo dorado del tacón continuaba con vida, la suela no estaba muy gastada. ¿Por qué su dueña las desechó? se preguntaba al mismo tiempo que se maravillaba ante al espejo ya vestida con una falda blanca para que hicieran juego con las zapatillas.

Y se imagina ser la reina de la noche…

 Sus súbditos, ávidos clientes que buscaban manosearla, hurgar con su lengua en cada rincón de su cuerpo cada vez que se acercaba meneando el trasero al compás de la música.

Sobresalían las zapatillas de tacón dorado por encima de un liguero negro.

Un lacayo acerca un billete de cien dólares, se lo introduce en la sensual tanga de hilo dental que se interpone entre las nalgas voluptuosas.  Ella susurra

 –Es tu día de suerte, papi.

La música termina.

Una voz atrás del micrófono anuncia: ¡Un aplauso a la sensual Emperatriz ¡ y recuerde distinguido cliente, la cerveza cuesta sólo 25 pesos, o si lo prefiere un “cubetazo”, sólo pague 200 pesos!

El hombre de los  dólares pide un cubetazo, en su interior mucho hielo y 10 cervezas Indio.

 El mesero destapa una botella y él bebe el amargo elixir ambarino lentamente mientras la pista se llena de mujeres desnudas en pasarela.

Llevaba la tercera cerveza cuando llegó Emperatriz, bañada y perfumada. Lavanda y Jazmín, sin lugar a dudas fue lo que percibió, un instante nada más porque se volvió a mezclar con el sudor y olor a sexo que inundaba el ambiente a esa hora. Otra vez el mesero llega a la mesa, ahora con un jugo de naranja para ella.

Al terminar su quinta cerveza, se levantan rumbó a los cuartos, ella adelante de él, quién va mirando las nalgas y baja la vista para ver los tacones dorados que cargan a la Venus de la noche.

Son preciosos-Piensa.

Al entrar a la habitación es sumisa con su emperador en turno, baja el cierre de la cremallera y siente un miembro duro, trata de suavizarlo con pequeños besos. El hombre se estremece, ella se llena de fluidos.

Se quita toda la ropa (que es poca en realidad) menos las zapatillas a petición del hombre.

Las zapatillas se mueven frenéticas en el aire.

Andalucía despierta adolorida y con olores extraños en su cuerpo. Sobre el buró de la habitación  estaban las zapatillas deteniendo un billete de cien dólares. No recordada nada. Siente resaca como si no hubiese tomado agua en semanas.

Se mete a bañar ya es tarde. Es día de exámenes en la escuela de enfermería.

No se explica los cien dólares encima del buró, pero los toma. Ya habrá una explicación-piensa y sale de la casa con las zapatillas en la mano para llevarlas a poner gomas a los tacones.

Las deja con el zapatero, que a esa hora, la hija atiende la pequeña zapatería. Recibe las zapatillas y no se aguanta de admirarlas.

Que lindas-dice con voz melosa.

A las tres de la tarde están listas-anuncia la dependiente. Espera a que Andalucía se marche para checar las zapatillas. Descubre una leyenda en la base de la suela. Emperatriz con letra caligrafiada.

Se las calza.

 Perfectas para su pie.

Se imagina ser la reina de la noche…

Víctor Manuel González Treviño