A Sabinas Hidalgo, Nuevo León
Sabinas, deja que te cante querido pueblo mío
remontando la memoria
a mejores tiempos que se han ido.
Recuerdo la huella de tus glorias
cuando la industria del vestido
a nivel nacional hacía historia.
Con un gran sector masculino
buscando derroteros en Estados Unidos,
la pequeña industria de empresarios
de mil hogares era fuente de sustento.
Inclinadas en las máquinas, cantando,
tus mujeres laboriosas creaban con esmero
prendas de ropa, criaban hijos y velaban
por sus padres mientras esperaban
ansiosas al ausente compañero.
Por lado materno vagamente recuerdo
con blanca barba al apuesto bisabuelo
de tez rosada y ojos azul cielo,
que mi mente infantil emparentaba
con el mismo San José que la abuela veneraba.
Eran días de calma y no violencia,
de puertas abiertas en noches veraniegas.
Me encanta recordar aquella era
de una vida simple y sana, casi campirana
cuyo tráfico en las calles fuera
de coches de caballos y carretas.
Viene a la memoria aquellos sitios
que atesoro en el recuerdo con cariño;
tu templo San José donde me dieran,
a muy temprana edad -cinco años apenas-
Primera Comunión y enseñanza espiritual
por religiosas del colegio La Paz.
Tu Ojo de Agua prístino, sencillo
remanso de paz sin bullicio
que daba frescura al ambiente
en tus veranos candentes,
y en el Barrio del Aguacate tu Acequia de Vecinos
fluyendo siempre en murmullo cantarino
regaba huertas y arboledas en forma intermitente.
Tus innumerables huertas de aguacate
fruto de oro verde que en tortilla de harina
-ambos orgullosamente de Sabinas-
hacían de pobre y rico las delicias.
Vendedores ambulantes con sus viandas
haciendo pregones de sus gritos.
Barbacoa de cabeza en la mañana,
al mediodía de puerco chicharrones
y a media tarde de nuevo los pregones
anunciando recién salido y calientito
Empanadas y pan de huevo ¡Exquisito!
Y a la cena para rematar la lista
el sabroso menudo de “La Chispa”.
Los habitantes dedicados a sus labores
carpinteros, comerciantes, ganaderos,
siendo también de docentes semillero
de maestros sabios, y sabios mentores :
Prof. Panchito y Margarito; los Solís, Cervantes
Guadiana, Mascareñas, Morton y tantos
largo de nombrar que fueron de los mejores.
Raro era ver un vago pues los jóvenes
estaban dedicados al estudio y los deportes.
Frente a la iglesia la sombreada plaza
muda testigo de romances incipientes
con su ronda de muchachas por un lado,
y los varones por el otro hasta atreverse
a acompañar la chica que les había gustado.
Evoco con nostalgia aquellas noches claras,
bañados los balcones enrejados
por una luna llena y desvelada
con las dulces notas de una serenata.
Eran tiempos de integridad ante palabra dada,
los hombres, muy hombres eran ante todo caballeros
y la mujer aunque franca, pero siempre dama.
Si en ti he dejado el corazón,
un día he de volver para quedarme
en la cara aldea del querido profesor
para que cuando me llame el Hacedor
mis restos en ti descansen.
¡Oh dulce pueblo mío! Aquí cierro mi canto
pues nunca acabaría de decirte mi sentir,
y citando el lema que a tu entrada ostentas,
quiera Dios que la nueva gente de tu tierra
sepa honrar tu noble pasado
y contribuya a tu fecundo porvenir. | -_-
Gloria Martínez Castillo
Houston; Otoño de 2009