Archive for the ‘Jorge Gómez Jiménez’ Category

La ballena perdida

June 22, 2012

a Mariana

1

Tito es el mejor jugador de fútbol de la escuela. Le gusta tanto jugar al fútbol que a veces su mamá debe ir a buscarlo al campo para que vaya a comer. Él le pide que lo espere un momentico; le quita el balón a uno de los jugadores del equipo contrario, lo patea hacia arriba y lo para con el pecho, entonces el balón parece que vuela como si fuera una mariposa redonda hasta que Tito le da un gran puntapié, la mariposa se convierte en un cohete y siempre, siempre mete un gol antes de irse a comer.

2

Por eso Tito se puso tan bravo la mañana en que apareció la gigante ballena en el campo de fútbol. Era una tremenda ballena azul que dormía plácidamente, y que a cada ronquido lanzaba por su cabeza verdes chorros de grama. El director de la escuela se apareció envuelto en sudor para pedirle a los niños que fueran a clases, pero nadie se movía porque todos esperaban a que el grandioso animal se despertara. Tito también quería que se despertara y se fuera para, como de costumbre, moler a goles al equipo contrario.

3

Cuando la ballena despertó y vio al grupo de niños, puso al principio cara de sorpresa, pero después les sonrió y hasta permitió que se subieran a su lomo para pasearlos por todo el campo como si fuera un gran caballo azul sin patas. Una niña muy curiosa quiso ver por dónde salía la grama que la ballena lanzaba de su cabeza, y recibió un chorro de grama tan fuerte que su cabello se le puso verde, y tuvieron que cortárselo con una tijera que le pidieron al jardinero de la escuela.

4

Como nadie sabía de dónde había salido aquella enorme ballena azul, y Tito quería que se fuera para poder jugar al fútbol, pensó que lo mejor era preguntarle a la ballena. Pero las ballenas no hablan nuestro idioma, y por más que Tito le preguntaba cómo había llegado allí, ella sólo se encogía de aletas y le hacía con la cabeza gestos de que no le entendía. Entonces Tito se impacientó y empezó a caminar de un lado a otro, llevando con el pie su mariposa redonda y pensando una solución, mientras la ballena lo miraba sonriente.

5

El director de la escuela dijo que tenía una idea y salió del campo envuelto en sudor. Al rato regresó acompañado por el dueño de la tienda de mascotas, quien trajo un loro tan verde que se confundía con la grama que la ballena salpicaba por todos lados. El loro voló hasta donde estaba la ballena y ambos sostuvieron entonces una animada conversación en el idioma de las ballenas. Algunos niños tuvieron que taparse los oídos, pues la voz de la ballena era demasiado alta.

6

El loro regresó después de conversar con la ballena azul y le contó a todos lo que ella le dijo. La ballena tampoco se explicaba cómo había llegado hasta allí. Ella estaba en su mar jugando a las escondidas con unos peces dorados, y para que no la encontraran se sumergió tan profundamente que terminó sumergida en un profundo sueño. Como le suele ocurrir a los camarones que se quedan así de dormidos, la corriente se llevó a la ballena y, cuando despertó, tenía enfrente a los niños, a Tito y al director de la escuela.

7

Para llevar a la ballena de regreso al mar pensaron en varias soluciones. Al principio trajeron el autobús de la escuela, pero la ballena era tan grande que apenas pudo meter la cola, y no quedaba espacio para el conductor. Luego llamaron al aeropuerto para que enviaran varios helicópteros, pero el ruido de sus hélices asustó a la ballena y se sumergió debajo del campo, y apenas se veía su cabeza lanzando chorros de grama y su cola moviéndose hacia todos lados, amenazando con destrozar la portería del equipo contrario.

8

Viendo que la ballena azul era a la vez tan grande y que los helicópteros la ponían tan nerviosa, el director de la escuela le dijo a Tito que había que llevarla montada en algo tan inmenso como ella. La mamá de Tito habló con las otras mamás y todas trajeron de sus casas montones de sábanas que cosieron por los bordes, formando una gran bolsa, mientras la ballena las miraba con curiosidad. Entonces Tito le pidió al loro que llamara a muchos de sus amigos los pájaros, para llevar a la ballena volando al mar.

9

Con todos esos pájaros volando alrededor, los niños jugando sobre el lomo de la ballena y las mamás cosiendo, el pueblo disfrutó de un ambiente de fiesta como pocas veces antes. Cuando la bolsa gigantesca estuvo lista, los niños usaron la cola de la ballena como tobogán para bajarse, y el loro comandó la formación de los pájaros, quienes en cuestión de minutos se elevaron llevando a la ballena en la bolsa. Sonriente y de regreso a casa, la ballena se despedía dando alegres aletazos hacia sus nuevos amigos.

10

La ballena azul atravesó el pueblo volando en dirección al mar, y como era tan grande su sombra cubría varias casas a la vez como una gran nube rodeada de pájaros de todos los tamaños y colores. Los niños, las mamás, el dueño de la tienda de mascotas y el director de la escuela envuelto en sudor corrieron hacia la playa para despedirse de la ballena, que desde arriba les sonreía y les guiñaba un ojo. Cuando la soltaron en el mar se despidió de todos moviendo la cola, y dijo algo que nadie entendió, salvo el loro.

11

El loro reunió a todos en la playa para darles el mensaje de la ballena, que se alejaba sonriente lanzando chorros azules por su cabeza. Trajeron un parlante y se lo amarraron al pico para que todos oyeran el mensaje. Y el mensaje de la ballena que el loro les dijo a todos fue este: “Cuando quieran volver a jugar conmigo, vayan al campo de fútbol y duérmanse en la grama para que despierten en mi pueblo azul, y jugaremos a las escondidas con los peces dorados”.

12

Y aunque Tito había estado bravo porque pensaba que no podría volver a jugar al fútbol, la alegría volvió a su rostro cuando escuchó aquel mensaje. En las tardes calurosas, cuando el sol les quema la piel, Tito y los demás niños se van al campo a sumergirse en sueños profundos, y despiertan en el pueblo azul de la ballena, donde juegan a las escondidas y también al fútbol, porque Tito se lleva su balón para meterle goles a los peces dorados, quienes juegan muy mal al fútbol.

Jorge Gómez Jiménez