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Le revolución de las flautas

June 22, 2012

Aquí en la cocina pasan tantos dramas, hoy mi vida es otra cosa. Mi historia cambió desde que dejé de andar con tamales, está bien que soy alimento, una gordita regiomontana, pero mis gustos ya son otros.  Un día me manché de salsa con una flauta larga desconocida y con el espeso guacamole con el que venía envuelto, se me estaba insinuando y la muy morena tenía la carne caliente.

Aquí en esta plaza somos pura comida corrida y casi siempre convivo solo con los mismos antojitos, pero ese día vi que esta flauta era distinta a todos.

Recién me habían comprado y aquélla larga y delgada tortilla con res me gustaba mucho. Si, ya estaba mordida, pero no me importó mezclar mi guiso con su crema norteñita. Me sentía la reina de México a pesar de ser alimento, pues me considero una gordita valiente ya que nadie de todos los que vivimos aquí se ha atrevido a saltar de plato a plato como lo hice yo en aquella vez. Y menos las pastas, las lasañas, las pizzas y las hamburguesas, en ellas no confío y por eso creo que no deberíamos de ser vecinos.

La comida extranjera es muy sangrona y en especial la china me da asco. Es lo único que me molesta de vivir aquí, no la soporto. Me molesta como me miran toda esa bola de camarones mañosos, olorosos y huevones que viven enfrente de mi restaurant. Y las empanadas se creen mucho nada más porque son argentinas,  yo no estaría tan contenta si viviera en una vitrina de 30 x 30.

Guapo la flauta que conocí ese día, era larguísima y prieta, tanto que hasta me puso la piel grasosa.

Antes solo había tenido puro novio tamalito, pero este tipo vino a revolucionarme la vida, pude sentirlo. Ni era nada mío, pero a diferencia de otras comidas que vienen siempre de las mismas tiendas esta flauta era distinta a todos, no era de por aquí, él… era de un SANBORNS.

Estaba ya tan húmeda que mojé el papelito con el que venía envuelta, mi deshebrada estaba ardiendo en fiebre.  La persona que nos compró ya me estaba mordiendo, me tragaba con furia y sin terminar de masticarme le tomaba de un jalón a la coca negra. Yo quería que me mordieran junto a flauta y que nuestras carnes se unieran en una deleitosa fiesta de deseo, carne, lujuria y maíz, así como siempre lo había soñado desde pequeña.

Que rico, después si nos unimos y se sentía tan delicioso mezclarme con la realeza y elegancia de aquél restaurant, pero flauta no me decía nada, parecía mudo. Yo sabía que ya lo ha mordido todo Monterrey, pero ¿a mí que me importaba? Mi galán compañero formaba parte del menú del Sanborns de Galerías Valle Oriente.

Ya sentía que me fusionaba con mi amor y los dos ahora éramos uno. Los dientes de la persona que nos comía estaban tan filosos, que me excitaban tan solo de pensar que me estaban triturando junto a mi deseo de toda la vida; mi fantasía hecha realidad, mi adorado amorcito delgado y bronceado.

Jamás creí en el amor de flautas, siempre pensé que la combinación de este platillo era solo con sus similares, pero ya veo que no.

Mi carne y mi masa fueron mojadas por más refresco de cola y esa excitación se sentía tan amorosa, prohibida y profunda. Toda mi vida había vivido empaquetada en una bolsa de manteca y solo en ocasiones podía salir a ponerme coqueta con otros antojitos, pero nunca me habían comido, esa fue mi primera vez.

No veía nada, todo estaba oscuro y me empezó a dar mucho miedo. Mi amorcito seguía sin hablar y yo me empezaba a sentir vacía. Hasta parecía que me estaba cogiendo a un muerto.

La soda de refill que nos bañaba estaba tan helada que aquello empezó a apagar poco a poco mis deseos sentimentales. Mis otras amigas gorditas jamás me dijeron como se sentía, ¡pues claro! porque jamás regresaron a platicarme. Todo esta situación era una nueva experiencia en mi vida.

De pronto me empecé a sentir como una mierda porque esta mendiga flauta resultó ser una fichita;  jamás fue como me la esperé, salió muda y sin chiste. Si bien dicen por ahí la famosa frase “mucho ruido y pocas nueces”. Pobres nueces, esas si son buenas comadres. Pero, ¿esta flauta?… nada más me hizo perder mi tiempo, eso sí, estaba guapísimo, porque era flauta macho.

Nosotros los alimentos si tenemos sexo aunque no parezca, yo soy femenina porque a mí me cocinó una mujer, pero hay alimentos hechos por chefs o por taqueros varones que adquieren una sexualidad más androcéntrica. Eso es algo que solo podemos distinguirnos entre comidas. Pero ahorita ¿ya para qué explico?, si ya soy popo.

Total, no veía nada, estuve atrapada con una escoria muda, pero muy guapo el desgraciado, lo repito. ¡Quién sabe hasta cuantas horas!

Qué bueno que me sucedió aquello por otra parte, pues me sirvió mucho para reflexionar acerca de mí y de lo que siempre he querido hacer para superarme como alimento. Vaya que había estado allí presente también el gusano de la solitaria oyendo todos mis pensamientos, típico, pues en todos lados hay metiches.

Una amiga tostada me platicó hace mucho que ella estaba muy sorprendida de que nosotras las gorditas ya venimos en paquete. Le dije que ahora ya es así, ya nos compran en bodegas tipo SAMS y les sale más barato, así era la dueña de mi fondita, tacaña y huevona, pero qué bueno que ya no me encuentro viviendo allí, ya era hora de arriesgarme y probar nuevos aires.

Extrañaré mucho a mi primo sope y a mi tía la pirata. Fue ella quién me enseñó que no había que preocuparme cuando tuviera mi primer guiso. Fue como una madre para mí. Qué triste que no la volveré a ver.

 ¿Estaría yo muerta en aquél túnel? No lo sabía, percibía que me hundía cada vez más. Ya llevaba creo más de cuatro horas en claustro y me sentía entubada, aquél cabrón que venía conmigo parecía mimo, nunca habló. Olía horrible ahí y ya tenía mucho frío.

No podía soportarlo, flauta se estuvo retorciendo mucho, era muy incómodo, ya veo que no fue buena experiencia enamorarme de este pelele, nada más yo caí de idiota. Pero yo sé que hay flautas buenas, o a lo mejor quiero creer eso.

Tal vez debí de hacerle caso a Pepe el taco, él siempre tenía buenas intenciones conmigo, no me hubiera dejado sufrir así. Bien lo dijo Pedro Infante: “La vida hay que disfrutarla a traguitos, no bebérsela de un jalón”.

No esperaba tener mejor suerte, pues al fin cuando logré salir flauta murió instantáneamente  y yo de puritito milagro sobreviví y por eso relato todo esto porque salí viva; viva para hacer nuevas cosas.

Si mi tía la pirata pudiera verme me diría: “hierba mala nunca muere, hijita” y  por eso estoy aquí, porque me he modificado, ya aprendí de mis errores y ahora ya soy más sólida y más firme en lo que busco, un poquitillo olorosa, pero es obvio pues no iba a amanecer como una reina de la noche a la mañana.

Hoy estoy nadando por este gran río cochino y  a mí alrededor todo vuelve a la tranquilidad, ahora estoy libre, café, contenta, aliviada y transformada y sé que con lo que me resta de tiempo me iré hacia donde pueda disfrutar de otras nuevas y mejores aventuras.

Qué bueno que no nací camarón, me alegra mucho pues no soy una huevona y aunque me tropiece en el futuro una y mil veces, sé que me arriesgaré.

Ahora sé hacia donde voy, me dirijo en línea recta hacía la revolución continua de mi vida, (tal vez no como la reina de México), pero si como la más humilde, entrona y veterana de las gorditas de aquella plaza del antojo. Que viva siempre la valentía, pero sobretodo el amor hacia donde el corazón nos lleve.

Jesús Leos Rodarte