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Hora marítima

June 22, 2012

Hay quien cuenta que en la más lejana de las Azores, la efigie ecuestre de un caballero dirige con su brazo la mirada al septentrión, allá donde en su lecho descansan galeras que eternamente discurren entre sargazos y el chillido de las gaviotas rumbo a los sueños de piedra bajo los que yacen reyes y princesas de alabastro.

II

A veces llegan a nuestras playas restos de otros mundos, lenguajes desconocidos con que juegan nuestros niños en la bajamar y recogen los ancianos rememorando viejas leyendas; a veces unas ramas, otras flores y el dulce elixir de plantas incógnitas; de vez en cuando metales extraños, mas aun dicen en el pasado haber visto el arribo de inertes cuerpos, pieles blancas y ojos claros como sus cabellos, los sacerdotes callan, silenciosamente queman copal, oran en lengua antigua y cuando nadie los ve se dirigen al mar oriental repitiendo frases que nadie entiende, y esperan un retorno.

III

La lluvia cae suavemente sobre los muelles y el olor a madera fresca se pierde entre la humedad de la niebla; mas allá el océano se ve gris y picado, quizás no zarpemos hoy, la gente se dispersa entre las tabernas alrededor, el capitán interroga con la mirada el horizonte; son las diez de la mañana y el sol sigue sin salir; a lo lejos se escucha la ebria tonada de un marino, habla de senos dorados y pieles oscuras, de leche, miel, frutos inmensos y ríos de plata, luego repentinamente se calla, todos volteamos hacia la silueta que se pierde en los callejones y nos estremecemos cuando repite como un eco -¡Tollan, Tollan, ¿A dónde iremos donde la muerte no existe?, mas ¿por esto viviré llorando?-.

IV

Narra el cronista que Haroldo el batallador rey de los sajones, luchando valientemente contra los normandos de Guillermo, murió por una flecha lanzada por un hombre oscuro que las huestes del conquistador descubrieron un día cuando niño en las playas bretonas, y que criado en la corte aprendió a hablar el lenguaje latino diciendo que venía de una tierra de verdes montañas y aguas turquesas. Dicha tal cosa fue versado en el arte de las armas y la verdadera religión, pero al triunfo del normando pidió como recompensa el retornar a su hogar, y así se le concedió, llevando de la mano a Ygrain, la joven nieta de un senescal sajón caído con Haroldo. Asi se cuenta.

V

El Itzá abrió los ojos incrédulo, quiso hablar y solamente repitió palabras sin sentido, al salir del templo intento dirigirse al pueblo pero los Ah Kines no pudieron interpretar lo que decía; entonces el Balam ordeno se inscribiera en una estela los nombres porque se pensó era de voz divina y profecía, y así quedo establecido que fueron mensajes del oriente; y todos miramos fijamente hacia el mar, pero el horizonte solo trajo ramas maderos.

VI

El silencio ha caído, la tarde duerme ya en los brazos de Yol Nicté con su mirada azul y la luna reflejada en su rostro, el amanecer llego desde los arrecifes bajo el signo del quetzal, sollozando palabras olvidadas llevando en su mano el signo del maíz, la cruz sagrada, en el año de la estrella del oriente(1066).

Afuera un hombre santo de oscuros ropajes pinta cruces en la playa, dicen que ambos llegaron bajo el signo de la serpiente en compañía de un itzae extraviado en el mar cuando niño, pero nada más se sabe, solo que ella era una princesa y el un profeta de islas lejanas que huían de la muerte.

VII

Hemos zarpado por fin, aquella primera noche el capitán se dirigió al guía portugués para preguntarle el mejor rumbo, este azorado le contesto -¿Yuc atan?-(¿Qué dice usted?-, se tapo la boca horrorizado y corrió a encerrarse en los camarotes de cubierta. Las estrellas brillan en silencio, y un marinero canta una vieja balada sobre una princesa de ojos azules que descansa bajo una torre de cristal donde guardo el corazón de su amado, el rey de los Itzaes, en la tierra donde nunca se pone el sol.

VIII

-He aquí navegante que llegas a los confines y partes hacia donde no habrá retorno, YO Himilcon-. Grabado en un roca en Madeira.

 Glenda Prado