Archive for the ‘Cuento’ Category

Le revolución de las flautas

June 22, 2012

Aquí en la cocina pasan tantos dramas, hoy mi vida es otra cosa. Mi historia cambió desde que dejé de andar con tamales, está bien que soy alimento, una gordita regiomontana, pero mis gustos ya son otros.  Un día me manché de salsa con una flauta larga desconocida y con el espeso guacamole con el que venía envuelto, se me estaba insinuando y la muy morena tenía la carne caliente.

Aquí en esta plaza somos pura comida corrida y casi siempre convivo solo con los mismos antojitos, pero ese día vi que esta flauta era distinta a todos.

Recién me habían comprado y aquélla larga y delgada tortilla con res me gustaba mucho. Si, ya estaba mordida, pero no me importó mezclar mi guiso con su crema norteñita. Me sentía la reina de México a pesar de ser alimento, pues me considero una gordita valiente ya que nadie de todos los que vivimos aquí se ha atrevido a saltar de plato a plato como lo hice yo en aquella vez. Y menos las pastas, las lasañas, las pizzas y las hamburguesas, en ellas no confío y por eso creo que no deberíamos de ser vecinos.

La comida extranjera es muy sangrona y en especial la china me da asco. Es lo único que me molesta de vivir aquí, no la soporto. Me molesta como me miran toda esa bola de camarones mañosos, olorosos y huevones que viven enfrente de mi restaurant. Y las empanadas se creen mucho nada más porque son argentinas,  yo no estaría tan contenta si viviera en una vitrina de 30 x 30.

Guapo la flauta que conocí ese día, era larguísima y prieta, tanto que hasta me puso la piel grasosa.

Antes solo había tenido puro novio tamalito, pero este tipo vino a revolucionarme la vida, pude sentirlo. Ni era nada mío, pero a diferencia de otras comidas que vienen siempre de las mismas tiendas esta flauta era distinta a todos, no era de por aquí, él… era de un SANBORNS.

Estaba ya tan húmeda que mojé el papelito con el que venía envuelta, mi deshebrada estaba ardiendo en fiebre.  La persona que nos compró ya me estaba mordiendo, me tragaba con furia y sin terminar de masticarme le tomaba de un jalón a la coca negra. Yo quería que me mordieran junto a flauta y que nuestras carnes se unieran en una deleitosa fiesta de deseo, carne, lujuria y maíz, así como siempre lo había soñado desde pequeña.

Que rico, después si nos unimos y se sentía tan delicioso mezclarme con la realeza y elegancia de aquél restaurant, pero flauta no me decía nada, parecía mudo. Yo sabía que ya lo ha mordido todo Monterrey, pero ¿a mí que me importaba? Mi galán compañero formaba parte del menú del Sanborns de Galerías Valle Oriente.

Ya sentía que me fusionaba con mi amor y los dos ahora éramos uno. Los dientes de la persona que nos comía estaban tan filosos, que me excitaban tan solo de pensar que me estaban triturando junto a mi deseo de toda la vida; mi fantasía hecha realidad, mi adorado amorcito delgado y bronceado.

Jamás creí en el amor de flautas, siempre pensé que la combinación de este platillo era solo con sus similares, pero ya veo que no.

Mi carne y mi masa fueron mojadas por más refresco de cola y esa excitación se sentía tan amorosa, prohibida y profunda. Toda mi vida había vivido empaquetada en una bolsa de manteca y solo en ocasiones podía salir a ponerme coqueta con otros antojitos, pero nunca me habían comido, esa fue mi primera vez.

No veía nada, todo estaba oscuro y me empezó a dar mucho miedo. Mi amorcito seguía sin hablar y yo me empezaba a sentir vacía. Hasta parecía que me estaba cogiendo a un muerto.

La soda de refill que nos bañaba estaba tan helada que aquello empezó a apagar poco a poco mis deseos sentimentales. Mis otras amigas gorditas jamás me dijeron como se sentía, ¡pues claro! porque jamás regresaron a platicarme. Todo esta situación era una nueva experiencia en mi vida.

De pronto me empecé a sentir como una mierda porque esta mendiga flauta resultó ser una fichita;  jamás fue como me la esperé, salió muda y sin chiste. Si bien dicen por ahí la famosa frase “mucho ruido y pocas nueces”. Pobres nueces, esas si son buenas comadres. Pero, ¿esta flauta?… nada más me hizo perder mi tiempo, eso sí, estaba guapísimo, porque era flauta macho.

Nosotros los alimentos si tenemos sexo aunque no parezca, yo soy femenina porque a mí me cocinó una mujer, pero hay alimentos hechos por chefs o por taqueros varones que adquieren una sexualidad más androcéntrica. Eso es algo que solo podemos distinguirnos entre comidas. Pero ahorita ¿ya para qué explico?, si ya soy popo.

Total, no veía nada, estuve atrapada con una escoria muda, pero muy guapo el desgraciado, lo repito. ¡Quién sabe hasta cuantas horas!

Qué bueno que me sucedió aquello por otra parte, pues me sirvió mucho para reflexionar acerca de mí y de lo que siempre he querido hacer para superarme como alimento. Vaya que había estado allí presente también el gusano de la solitaria oyendo todos mis pensamientos, típico, pues en todos lados hay metiches.

Una amiga tostada me platicó hace mucho que ella estaba muy sorprendida de que nosotras las gorditas ya venimos en paquete. Le dije que ahora ya es así, ya nos compran en bodegas tipo SAMS y les sale más barato, así era la dueña de mi fondita, tacaña y huevona, pero qué bueno que ya no me encuentro viviendo allí, ya era hora de arriesgarme y probar nuevos aires.

Extrañaré mucho a mi primo sope y a mi tía la pirata. Fue ella quién me enseñó que no había que preocuparme cuando tuviera mi primer guiso. Fue como una madre para mí. Qué triste que no la volveré a ver.

 ¿Estaría yo muerta en aquél túnel? No lo sabía, percibía que me hundía cada vez más. Ya llevaba creo más de cuatro horas en claustro y me sentía entubada, aquél cabrón que venía conmigo parecía mimo, nunca habló. Olía horrible ahí y ya tenía mucho frío.

No podía soportarlo, flauta se estuvo retorciendo mucho, era muy incómodo, ya veo que no fue buena experiencia enamorarme de este pelele, nada más yo caí de idiota. Pero yo sé que hay flautas buenas, o a lo mejor quiero creer eso.

Tal vez debí de hacerle caso a Pepe el taco, él siempre tenía buenas intenciones conmigo, no me hubiera dejado sufrir así. Bien lo dijo Pedro Infante: “La vida hay que disfrutarla a traguitos, no bebérsela de un jalón”.

No esperaba tener mejor suerte, pues al fin cuando logré salir flauta murió instantáneamente  y yo de puritito milagro sobreviví y por eso relato todo esto porque salí viva; viva para hacer nuevas cosas.

Si mi tía la pirata pudiera verme me diría: “hierba mala nunca muere, hijita” y  por eso estoy aquí, porque me he modificado, ya aprendí de mis errores y ahora ya soy más sólida y más firme en lo que busco, un poquitillo olorosa, pero es obvio pues no iba a amanecer como una reina de la noche a la mañana.

Hoy estoy nadando por este gran río cochino y  a mí alrededor todo vuelve a la tranquilidad, ahora estoy libre, café, contenta, aliviada y transformada y sé que con lo que me resta de tiempo me iré hacia donde pueda disfrutar de otras nuevas y mejores aventuras.

Qué bueno que no nací camarón, me alegra mucho pues no soy una huevona y aunque me tropiece en el futuro una y mil veces, sé que me arriesgaré.

Ahora sé hacia donde voy, me dirijo en línea recta hacía la revolución continua de mi vida, (tal vez no como la reina de México), pero si como la más humilde, entrona y veterana de las gorditas de aquella plaza del antojo. Que viva siempre la valentía, pero sobretodo el amor hacia donde el corazón nos lleve.

Jesús Leos Rodarte

El viaje

June 22, 2012

Con cariño para el más transparente de mis amigos.

Salió del pueblo al caer la noche, había pedido un aventón. Llegó a la ciudad capital al amanecer, era un día nublado, como sus pensamientos. Vagaba por las calles con la esperanza de ver alguna cara conocida. Nada. Un ahilamiento en el estómago le recordó que no había comido. Metió la mano en la bolsa del pantalón y sacó el contenido. Trece monedas, es de mala suerte, pensó, si me compro un pan, me quedan doce, como los doce apóstoles, está mejor, aunque también llevo el trece en mi edad. Me quito uno, no, mejor me pongo uno, a lo mejor, hasta me dan chamba. Intentó probar metiéndose a una cantina. Más tardó en entrar que en salir. Alguien desde el interior lo lanzó a la calle. En el suelo y con la vista fija a la puerta, balbuceó: pinches putos, cuando crezca, les voy a partir su madre. Lo hubiera querido gritar, le faltó valor. Se levantó, sacudió su ropa y siguió vagando. En la primera tienda de abarrotes compró el pan y caminó hasta el mercado. Salió con un cajón de bolear y dos monedas. Era de noche cuando sus pies cansados lo orillaron a refugiarse en el recoveco de una pared. Lloró en silencio, a solas, donde nadie lo viera ocultar la fragilidad de sus trece años. Hoy día, sus pausados pasos, buscan una sonrisa dónde refugiarse. Ya no carga el cajón de bolear, ahora carga sueños, los guarda en un maletín negro, disfrazados de libros, plumas, libreta, lápiz, porque dice, le gusta plasmar sus vivencias.

Aidé Cavazos

De cuerpo ausente

June 22, 2012

Corría la década de los 40´s cuando Federico vio la luz por primera vez. Nacido en el seno de una familia acomodada, desde niño tuvo un interés especial por los libros, siempre se le veía con uno en la mano y los niños de la escuela lo molestaban porque no le gustaba jugar a la rayuela ni a la pelota.

Conforme fue creciendo, se volvió más retraído, siempre amable, educado pero no le gustaba convivir. A los 16 años ganó su primer premio de literatura con su obra “Luces en la bajamar”  nadie imaginaba que aquel chiquillo se convertiría en un escritor famoso, pero así fue.

Poco a poco se fueron dando a conocer sus obras, ganaba concursos, era publicado por las principales editoriales de la capital, pero sus viajes duraban algunos días, semanas o meses y siempre regresaba a su lugar natal: La Hacienda de la glamurosa.

Ni se imaginan como era esa propiedad, tan grande como la mente de Federico, llena de árboles frutales y con varias cabezas de ganado. El dinero no le faltaba, al ser hijo único, heredó todo de sus padres cuando aún era adolescente. Pero nunca le interesó trabajar en el campo, para eso estaba Prudencio, su capataz de confianza que dirigía la hacienda como si fuera de él.

A los 25 años, Federico conoció a Susana una mujer encantadora que no sabemos cómo logró conquistarla si él ni siquiera hablaba. Pero cuenta la propia Susana que Federico era callado con la gente pero un hombre encantador con ella, siempre platicando, compartiendo y comentando cada logro.

Cuando Federico se iba a la capital, Susana invitaba gente a su casa, decía que a su marido eso no le molestaba pero prefería silencio cuando él estaba. De cuando en cuando nos cachó en plena fiesta, saludaba, platicaba un poco y se retiraba a descansar.   Recuerdo la luz de su despacho siempre prendida y su silueta se dibujaba detrás de la cortina. Dicen que ahí es donde escribía, pero era un lugar secreto al que sólo Susana podía entrar.

Si tuviera que encontrar una frase que definiera a Don Federico, sin duda diría que fue un hombre de cuerpo ausente, pero el más sabio, el más inteligente.

Todos en el pueblo hablaban de él. Era un hombre extraño, nunca convivía con la gente, al menos no como nosotros que durante las tardes nos reunimos en la plaza a tomar un helado y platicar sobre los últimos acontecimientos. Hasta la propia Susana convivía con la gente, le encantaba escuchar los chismes, siempre se le veía feliz y sonriente. Nadie entendía como una mujer tan vivaracha estuviera casada con un hombre tan serio. Pero algo es seguro, ella era feliz.

Federico era tan diferente, pero no era un hombre amargado, más bien reservado, si te acercabas a él era amable, más de una vez le pedí que me firmara mis libros, no era algo que le fascinara pero nunca se negó y siempre me preguntaba que me habían parecido. El no comentaba nada, solo escuchaba. A las tardes de tertulia acompañaba a Susana, sin embargo, se sentaba en una esquina del café de las Luces y nos observa fijamente. De cuando en cuando Don Luis, el dueño del lugar era su compañía, ahí si lo podías ver platicar, pero siempre con papeles en la mano, con sus libros y una pluma haciendo anotaciones.

Dicen que Don Luis era su único amigo, su confidente, su crítico literario.

Al terminar la tarde tomaba de la mano a Susana y regresaban a su casa. Muchas veces la cuestionaron sobre la actitud de su esposo y ella decía que Federico vivía la vida en sus propias historias. Las que contaba en sus libros.

Dicen que era un hombre solitario al que lo acompañaban sus personajes y su amada esposa. Jamás me perdí uno solo de sus libros, eran maravillosos, hablaban de la luz, del más allá, de la muerte y la esperanza de vida, de ese renacer cada día.

Recuerdo que cuando era niña, pasábamos los veranos en una casa cerca de la playa, Federico y Susana eran nuestros vecinos, él desde temprano estaba afuera contemplando el amanecer, varias veces puse mi despertador para observarlo desde la ventana, era todo un ritual el que hacía. Sacaba su mesa, su silla y observaba el amanecer con la mirada fija. Una vez que el sol salía, Susana le llevaba una jarra con café y un poco de pan de dulce en una cesta. Federico escribía y escribía durante algunas horas. No sé cómo no se cansaba, pero nadie lo molestaba, la gente pasaba corriendo por la playa, el lugar comenzaba a cobrar vida y para cuando ya había suficiente ruido y gente él se metía, hasta poco antes del atardecer en que regresaba a su silla y observaba al sol meterse al  fondo del mar.

No era raro verlo subir a un yate junto con Susana y pasar todo el día en el mar, dicen que a él le gustaba ese lugar para escribir y se notaba porque cuando hablaba de la muerte te daba tanta paz como la que te da el sólo observar el mar. Uno de sus personajes entrañables era Jovita, una mujer humilde que no conocía el mar y pasó toda su vida ahorrando sus centavos para poder hacer el viaje, recuerdo la descripción que hizo de la mirada de esta mujer cuando vio por primera vez el mar. “…En sus ojos se reflejaba el azul del cielo, mezclado con el turquesa del mar, no sé si siempre habrán sido tan grandes o si habían crecido ante tal belleza pero de sus labios no salía palabra alguna, su mirada lo decía todo…” seguramente eso sintió él al ver por primera vez el mar y fue tal su impacto que lo hizo parte de su vida y de su muerte…

Hace apenas unos meses que recibimos el comunicado, fue Don Luis quien le dio la noticia a Susana. Federico se había ido para siempre dejando al mar como su testigo.

Aquella mañana salió como muchas otras en el yate para ver el amanecer, decidió irse solo pero dejó en manos de Don Luis una carta que no podía abrir hasta que se pusiera el sol del tercer día. En ella le comentaba que hace algunos meses en un viaje a la capital le habían detectado cáncer y que el avance era tan grande que le quedaban pocos meses de vida, pero había decidió irse antes de lo provisto para no causar molestias y poder reunirse con el poder del mar lo antes posible. El creía en Dios y en la luz divina, decidió aventarse al mar para que nunca pudieran recuperar su cuerpo y permanecer completo en el fondo del mar. Temía que lo enterraran o lo cremaran, en su mente no cabía que la gente pudiera quemar el cuerpo de un ser amado, él prefería que no lo vieran muerto y siguieran pensando que se había ido a un viaje.

Fue un velorio de cuerpo ausente, todos sabían que había muerto por la carta y por que el yate regresó a la orilla con una novela escrita de puño y letra de Federico. Había texto en las paredes, piso y hasta en el timón. Esa fue su última novela.

Deben haber pasado dos días desde que partió, día y noche debe haber escrito y al terminar seguramente en el atardecer del tercer día fundió su vida con el mar, no sin antes poner velocidad a su barca para que sola regresara. Sin duda era un genio, todo lo planeo, todo lo pensó. La embarcación llegó cerca de la orilla, pero no se estrelló porque se le acabó la gasolina. El no quería que supiéramos donde estaba su cuerpo pero sí quería que conociéramos su historia y leyéramos su libro, su última novela. “Por amor a Susana”.

Hoy el yate es el principal atractivo de nuestro pueblo, el libro fue copiado y uno puede comprarlo, pero nada se compara al disfrute de leerlo de puño y letra de él. Fue un hombre entregado a sus pasiones, al amor de su esposa, a su mar y sus historias. Fue sin duda un hombre de cuerpo ausente… pero de escrito presente.

Georgina Hidalgo

Al final de un día pesado

June 22, 2012

Llegue al hogar, salude a los míos, el cansancio me reclamaba descansar, subí la escalera, mis piernas no querían avanzar, la necesidad de llegar a ese lugar de paz y reponer las fuerzas era mayor.

Lo logré, abrí la puerta, encontré algunas prendas limpias sobre la cama, no era lo que esperaba, las junté, forme un montón, sin importar que se arrugaran, las deje caer al piso.  Así con la ropa puesta me dejé caer, en un instante perdí la conciencia, no supe de mí.

De pronto, frente a mí, apareció un bulto, una especie de costal de color ámbar, luego venía otro igual, en fila como en una línea de producción, uno tras otro, después otro más, por alguna extraña razón yo sabía que era mi responsabilidad que costales no fueran juntos.

Pronto llegaron más bultos, esta vez de prisa, luego unos encima de otros, luchaba por separarlos y que salieran de mi vista uno por uno, como debía ser, no tenía que contarlos, solo asegurarme que terminaran separados. Fueron largos momentos que solo hice esto, bulto tras bulto, hasta el hastío, pedía que esto terminara, no acababa, seguían saliendo, a veces alineados, otras en montón, algunas lento, otras rápido, no podía descuidarme.

Mi pedido fue escuchado y desaparecieron. Ahora me encontraba en una recamara, no la conocía, no la había visto antes, sin embargo sabía que era la sala de mi casa. Me senté en el sofá, de pronto se apareció una boa, era gigantesca, vi que entró por la ventana, grité fuerte y no salió la voz. Qué le pasaba en mi garganta, me pregunté. Salte del sofá, quería escapar, corrí a la puerta, mis movimientos eran pesados, por más que me esforzaba, no avanzaba y el reptil venía detrás de mí. Logré salir de la casa, mire atrás, la serpiente seguía mi rastro, no lograba moverme rápido, por mas esfuerzo que empleaba, todo era en cámara lenta, como si corriera dentro del agua, mas la gran víbora si tenía velocidad, aun así no me alcanzaba. Ya estaba muy cerca de mí, un poco más y me devoraba. Abrí los ojos, vi el techo de la habitación, sudaba, estaba a salvo. Suspiré y di las gracias.

 Teresa Acevedo

 

The karma it’s a bitch

June 22, 2012

-Es un imbécil- pensó Mercedes mientras lo abandonaba en la cafetería, luego de arrojarle el café en la cara –ojalá hubiera estado más caliente- decía en susurros.

El nudo en su garganta se hinchaba, hasta el punto que pensó que no podía respirar. En su interior sentía como el cuerpo hervía, las extremidades empezaron a hormiguearle y el café no fue suficiente, -tal vez una cachetada, un puño en la cara, una navaja, por Dios-.

La rabia de saberse engañada, el dolor que tantos meses la han acompañado a ella y a sus hijos, las lagrimas que empapan las almohadas, los gritos que se ahogan en el cuello, la quijada que no se acostumbra a estar apretada y la mirada que ahora carece de brillo, todo experimentó Mercedes, al verse remplazada tan fácilmente por una mocosa de 23 años.

Escucho todas las versiones de sus amigas: No lo dejes, la otra se queda con todo. Déjalo que se largue, a ti te van a hacer fila para conquistarte. Que se pudra, tu no necesitan a ningún pelado. ¿Vas a dejar que la otra gane?

En la soledad de su cama, ella decidió dejar de buscar respuestas, no había explicación alguna que la hiciera sentir mejor. Los años transcurrieron y con ellos la vida se acostumbra al dolor

-El asunto es inexplicable- dijo Mercedes a su vecina,  la curandera, -mis hijos están bien, ya son mayores y yo sigo con insomnio, con pesadillas, con la imagen de esta perra en todas las jovencitas que veo. Tú y yo que nos hicimos buenas amigas, pero la verdad tus remedios no sirven para nada y como tú amiga que soy debo decirte de frente: eres un pinche fraude- Ambas soltaron una sonora carcajada, mientras llenaban un par de shots con tequila

Te quite el nudo en la garganta, no? –Dijo la curandera- No fuiste tú, fueron los litros y litros de tequila que tome frente a tus veladoras y las cartas de póquer que nunca aprendí a jugar.

Ring –El teléfono interrumpió sus risas y reclamos- Mercedes responde:

Si. Ella habla.

La vida transcurre, el sol sale cada día, la luna cada noche, los autos no dejan de transitar, los niños siguen yendo a la escuela, los jóvenes a la universidad, las noticias reportan lo mismo y entiende que ella se convirtió en una sobreviviente, trabajó sin descanso por sus hijos, estudió y emprendió un negocio propio y sigue de pie.

Mercedes vuelve a la mesa con su vecina, su cara se ve radiante y la sonrisa la delata -Po´s que pasó? Pregunta la curandera    – Karma it´s a bitch.

Tanya Ventura

De los abuelos proscritos

June 22, 2012

Cuando bajan las estrellas con el aroma del mar embravecido, flotan sus rayos de plata sobre las olas para convertirse después, en el fino encaje que bordan las faldas de Yemayá. Borra las huellas de los amantes, ocultando toda evidencia de encuentro infiel. Solo en sus cráteres, la luna registra los rostros fortuitos de la pasión. En el espejo de Ochún se graban sus sonrisas, en el aura de los destellos de miel que en gotas cósmicas, se desvanecen en los umbrales del infinito. Y aquí estamos, coronados con las viñetas que acompañan un discurso siempre incompleto que se va volviendo cuento poético, en la mitología de la civilización. Arcaicos, asaltan el escenario los protagonistas de los colores puros. Rojo y negro, me escondo tras las puertas para disfrutar las travesuras. El destino está en mis manos, y encabezo el desfile de las tribus primitivas. Manteniendo el anonimato para confundir al neófito, pero fiel amigo al rojo-blanco del guerrero: amante, padre e hijo admirado, ejemplo, justo y rayo.

Salvador Aburto

Hipopódromo wiki.txt

June 22, 2012

Hipopódromo: donde hacen carreras de hipopótamos.

El encanto de las carreras de hipopótamos es que son la anticarrera: los animales no siempre corren en línea recta, o lo hacen pero se detienen imprevistamente por los más disímiles motivos: admirar o comer una florecilla que crece bajo la valla de contención, tomar un poco de sol en la panza. No funcionan las imprecaciones desde el público de los que ven en juego su dinero. También puede ocurrir que se sientan momentáneamente perplejos y se detengan a mirar hacia las gradas o a los otros competidores, estado del cual es acentuadamente difícil arrancarlos.

Enfermedad llamada “síndrome de las carreras”: algunos empleados de hipopódromo desarrollan una obsesión por descubrir el punto exacto en que va a brotar una florecilla de la tierra antes de que brote. Se reportan casos de disparos contra los corredores por exasperación del espectador. Asimismo muertes por esta causa. Algunos de los hipopótamos más cumplidores llegan a desplegar una velocidad constante que los asemeja a gorditos congestionados yendo a cumplir alguna diligencia. No está comprobada la utilidad de colocar puestos de zumo de frutas gratis en determinados puntos del trayecto que deben cumplir los corredores. Lo mismo se demoran demasiado en estos que no les hacen caso. Si un espectador demuestra haber estado bajo los efectos de la exasperación en el momento de dispararle a un hipopótamo, lo más probable es que salga absuelto, independientemente de las consecuencias de su acción. En Italia se ha extendido el uso de la expresión “insulto de hipopódromo” para tratar de quitarle peso a la violencia verbal desplegada por un tercero, asumiendo que este se encontraba extremadamente tenso y por lo tanto no debe ser tomado al pie de la letra. Se han registrado casos en que los corredores se han juntado a la mitad del trayecto y han emprendido todos juntos la carrera en la dirección inversa. Humanos han tratado de acceder al zumo de frutas por vías deshonestas con la excusa de que de todas maneras los hipopótamos no se lo toman. En las gradas, los espectadores de ascendencia equina lagrimean con dignidad no exenta de desprecio y se secan los ojos con ademanes teatrales y pañuelos de lino destinados a llamar la atención. Pese a todo, las carreras de hipopótamo han visto multiplicarse vertiginosamente su popularidad, sobre todo en los países desarrollados. Anualmente se gastan millones de dólares en el cuidado, alimentación y transporte de los animales. Uno de los más connotados campeones en los últimos años, La Rosada, ha declarado: “Lo que de verdad me arrebata de las carreras es que nunca puedes tener idea de lo qué te va a pasar por la cabeza cuando estás ahí en la pista delante de toda esa gente. Pero siempre son sentimientos grandiosos”.

 

 Ihoeldis M. Rodríguez

Novacaína

June 22, 2012

 Tell me that I won’t feel a thing

so give me Novacaine

Green Day

Con sus ojos probó otra vez la realidad. La vecina de enfrente sí tenía las dos piernas: la derecha enyesada y colgada. Una mesita ofrecía jugo del valle psicodélico. Le sonrió. Sorbió aire. Manuel, ¿sabes quién es esa señora que está enfrente de mí? Su voz producía eco. No la conozco. Es Frida Kahlo. ¿Sí conoces a Frida Kahlo, verdad? Manuel se rió. Manuel tenía el rostro torcido y borroso. Manuel habló: ¿La esposa de Diego? La esposa soy yo- cortó ella, aburrida, indignada. Miró su pierna única y se imaginó sirena. Movió la aleta. El aire desde la ventana parecía un espeso magma transparente. Todo era silencio dulce, oloroso. La luz pintaba lentamente con pastel amarillo. Las paredes se derretían. Afuera del Hospital la calle Madero traía y llevaba barcos rodantes de colores multitudinarios. La avenida Gonzalitos a lo lejos. Ella saboreaba el reptar del sonido de la vida con piernas. Levantó las rodillas y sólo encontró una montaña. ¿A dónde irían esos deditos que pintaba de rojo? Estaba esperando su propia respuesta cuando otra vez cayó en esa agua mercurial.

Abrió los ojos y todo era color azul: las camas, las otras pacientes, las enfermeras, las paredes, el techo. Estrellas amarillas flotaban titilando aleatorias. Del ventilador fluía una cascada de aire visible. Su cama parecía retroceder lenta y progresivamente. El sonido sabía a quietud, a gris. Saboreaba ese aire polvoroso, cementero, cuando la loza del sueño cayó de nuevo sobre ella.

Tiempo después abrió los ojos. Dos mujeres con tapabocas. Guantes. Agua. Agua fría. Sacudidas, vuelco hacia un lado, vuelco hacia el otro. Maullidos, vocales solitarias, vocales valientes expedicionarias. Alaridos en remolino. Un popote en los labios. Un tubo en los labios. Agua densa, pluvial, acerada. Agua.

Tiempo después alguien gritó su nombre. ¡Olga! Escuchó su nombre. ¿Quién me llama? Presión en el pecho. Dolor. Entró a la realidad y la rodeaban cinco rostros.

Buenas tardes Olga. Lleva dos días durmiendo. Todo va bien. ¿Cómo se siente?

Dentro o fuera de su cerebro una voz le dictaba: “dile que te sientes mejor”, “que sí”, “que no”. Del cerco de sus dientes salían éstas frases y ella las miraba volar a los oídos. Palabras aladas. Los doctores se alejaron “clic clac, clic clic, clic clic” dejando a Manuel solo a su lado. Dejó de sentirse sirena, cambió de carta de la lotería: eligió la maceta. Flores, tierra, hojas y raíces y piernas. Las pisadas de los doctores no sonaron a pata de palo. Otra vía láctea le ayudó a derretir las paredes y sumergirse de nuevo.

Horas después, su boca seca le hizo aparecer el jugo de la mesa. La cama fresca y la brisa de la ventana seguían suaves. Cuando encontró el jugo bebió un líquido frío. Su cuello le parecía más flexible o su cabeza le daba vueltas. Con la palma izquierda se golpeó la oreja, pero el choque entorpeció la nitidez de su vida. Quería que fuese mentira, quería que sólo se tratara de un cuento escrito por un médico que escribe y que en ese momento alguien lo leía.

Un doctor la visita. ¿Cómo está? Un poco mareada, Es la novacaína. ¿Le duele algo? Si le duele, le puedo poner más. Sí, por favor.

Caminó los ojos por su cuerpo: ahora sólo había un pie, una rodilla, un muslo. El brazo derecho enyesado. Las puntas de los dedos de su mano derecha se asomaban moradas. Dentro o fuera de su cerebro alguien decía ¿qué pasó? Las paredes ya no se derretían. Ya no había perfección en la textura. ¿Dónde estoy? Pero de pronto… Su pierna amputada ahí estaba otra vez. Le llameaba sin quemar la sábana. Otra vez se pintaría de rojo, de amarillo, de blanco. Lento, el aire tenía un sonido dulce, de caramelo. La noche entraba por la ventana como humo negro y desde su follaje crecían manzanas rojas.

Jair García-Guerrero

 

Efímero beso

June 22, 2012

Beso tu mejilla en una fracción de segundo. Disfrazo en un saludo mil deseos y beso con ternura tu mejilla. Entonces imagino que mis labios al tocarte penetran en tu cuerpo y te desvisten; envidio al sudor que te congela, al que evaporas, porque te abandona al igual que cuando lloras, a tus manos que no se dejan tocar, a tus senos que no ven la luz del sol, que no los puedo sentir  porque no les das libertad.

Ya no se trata del amor, amor mío, sino del deseo cuando me tocas, del fuego que no prendes pero que al mencionarme provocas, se trata de nosotros en un tiempo alternativo, en una rama de diciembre al momento subjetivo, porque llegaste al mundo desnuda, como ahora te imagino, como tu espalda en que escalo, en la que duermo. En tus tobillos a los que cada jueves por las mañanas voy de paseo.Se trata del susurro de tus pasos al oído de mis ojos, el momento en que me pierdo cuando te pinto y te borro.

Imagino tu vientre y que me fundo en él, que me fragmento en tu piel y que vuelvo a nacer. (quiero darte serenata de esas que dan los mudos) ¿Porque es tu presencia – tú, intangible- tan perfecta? Esa que me llama cuando yo no la invoco, cuando no pienso en ti, cuando pasas y no me hablas, cuando caminas y no me buscas, y yo buscándote hago que me encuentres.

¿Por qué tú recuerdo me llama por la noche? Me incitas a desearte, a perderme en tu cabello, a probar tu cuello y morir envenenado por el fruto prohibido. Me fascina que me ignores, porque te vuelves más deseable, como una moneda de un centavo que descubro en plena calle.

Por eso, toco con mis labios tu mejilla, y te imagino desnuda, luego miro tus ojos y ahí todo lo veo: Sabes – en algún rincón, en alguna parte- sabes que te amo, lo que no sabes –porque no quieres- es lo mucho que te deseo.

Entonces termina el beso, y nos despedimos a pasos ciegos, te vas como la mañana y yo me muero hasta que te siento de nuevo. (Eres mía, no refutes, eres mía y de nadie más).

 Mikel Deltoya

Hace frío y …

June 22, 2012

“Yo sueño te veo indefinidamente superpuesta a ti misma.”

A.B

Hace frío y yo me encuentro acostado a oscuras. La luz de mi cigarro te dibuja, entonces cierro los ojos y te conviertes en mi pizarra mágica, en donde borro y dibujo a voluntad. Te espero encontrar aún más al fondo de donde naces pero soy tan frágil que me quiebro con facilidad durante y después de ti, de tus memorias, de lo que alguna vez seríamos.

¿Quieres que te hable de amores? A veces te canso con mis intrigas y tú pesas como el refrán que se desgasta y se contradice a sí mismo.

La cama helada el único sitio del universo donde no has entrado, donde el imaginario subyace y donde únicamente me desencadeno cuando divago vez tras vez tras sueño tras insomnio tras amor y desamor. Recuerdo afectivo y efectivo, me estoy rompiendo el pensamiento. Aunque la noche no sirve de mucho tu recuerdo emerge y se convierte en vida; la atmósfera de mi cuarto juega con las sombras y comienza a surgir tu pensamiento y casi puedo sentir tus ojos cobijándome.

¿Serás de nuevo vida o te perderás otra vez como ceniza?

Entonces hace su majestuosa aparición en forma de susurro tu nombre, y lo repito muchas veces para creer que te poseo. Cada que lo pronuncio surge un pétalo y la noche se lo lleva. Tan triste es el sobregiro de tu ausencia, que cuando lloro tus palabras, de ahí brota un manantial de letras en las que tengo que buscar tu nombre y borrarlo con sollozos para así recomenzar.

 Mikel Deltoya